Identidad digital y dinero programable: el otro rostro de la “modernización” financiera

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Cuando se habla de monedas digitales de banco central (CBDC), casi siempre se vende la misma promesa: sistemas de pago más rápidos, más baratos, más inclusivos. Pero en los discursos de figuras como Agustín Carstens y del propio BIS hay una pieza clave que casi siempre pasa de largo en el debate público: la identidad digital.

Carstens no lo oculta. Él mismo ha dicho que la discusión sobre la identificación en CBDC debe verse dentro del marco más amplio del digital ID. Traducido: hablar de CBDC no es solo hablar de una nueva forma de dinero, es hablar de un nuevo modelo de identidad obligatoria para poder usarlo.

En conclusión: Hay que recordar que para que este sistema de dinero programable digital funcione, tiene que estar conectado a una identificación biométrica digital.

Agustín Carstens ha dicho sobre CBDC + identidad digital es básicamente esto:

En una conferencia sobre monedas digitales, dijo (en inglés):

“CBDCs can be the entry point for financial services, but they need to be linked to a Digital ID.

 

En el mismo discurso, añadió:

“CBDCs without identity … will not fly.”


Del efectivo anónimo a la billetera con nombre y apellido

Con el efectivo, el dinero no “sabe” quién lo usa. Un billete puede pasar de mano en mano sin dejar rastro. Con una CBDC, eso cambia por completo.

En la mayoría de los diseños que hoy se discuten, un CBDC no viene solo. Viene acompañado de:

  • Una cuenta o billetera digital a tu nombre.

  • Una identidad verificada (KYC, Know Your Customer).

  • Un conjunto de reglas de uso (límites, trazabilidad, filtros, alertas, etc.).

La identidad digital entra justo en el corazón del sistema:
para darte una billetera de CBDC, el sistema tiene que saber quién eres. No es opcional, es la condición de entrada.


Identidad digital como “infraestructura pública”: bonita palabra, mucho poder

Desde el BIS se presenta la identidad digital como una especie de infraestructura pública esencial. En sus documentos, se dice que estos sistemas pueden servir para gobernar datos, mejorar la competencia y asegurar una “buena gobernanza”.

Suena razonable… hasta que miras qué significa eso en la práctica.

Si una sola credencial digital —tu ID— sirve para entrar a:

  • sistemas de pago rápidos,

  • CBDCs,

  • servicios financieros,

  • y potencialmente otros registros (salud, impuestos, trabajo),

entonces estás construyendo una llave maestra. Una llave que enlaza casi todo lo que haces: lo que ganas, lo que gastas, lo que debes, lo que compras y a quién se lo compras.

La promesa es “eficiencia”. El riesgo es otro:
una concentración brutal de información y poder en manos de pocos actores (Estados, bancos centrales, grandes empresas tecnológicas).


El “Finternet”: entrar solo si tienes los papeles correctos

En la propuesta del llamado “Finternet” o unified ledger, que Carstens firma junto con Nandan Nilekani (arquitecto del sistema Aadhaar en India), se describe un mundo donde para participar en las nuevas plataformas financieras tokenizadas necesitas credenciales fuertes: pasaporte, tarjeta nacional de identidad digital u otros documentos equivalentes.

En otras palabras: el nuevo “internet financiero” no es tan abierto como el internet al que estamos acostumbrados. No entras con un simple correo electrónico. Entras con una identidad oficial, verificada y certificada.

¿A quién deja fuera eso?

  • Migrantes sin papeles en regla.

  • Personas en la economía informal.

  • Quienes desconfían de concentrar todos sus datos en un sistema centralizado.

La paradoja es clara:
se habla de inclusión financiera, pero el modelo puede terminar creando una economía donde quien no se somete al esquema de identidad digital queda, de facto, a la orilla del sistema.


Cuando los datos mandan sobre tu vida cotidiana

La segregación de datos es todavía más alarmante si consideramos cómo se recolectan y quién los controla. En muchos casos, estos datos acaban en manos de tecnologías privadas y, en países como México, de empresas extranjeras que compran, venden y comparten bases de datos sin que la mayoría de la gente lo sepa ni lo entienda.

Ejemplo 1:
Tu pago mensual del seguro de coche sube sin explicación clara. ¿Por qué? Porque tu auto, equipado con tecnología digital, envió tus datos de manejo a la aseguradora. Un algoritmo corrió un risk assessment y decidió que eres un conductor de alto riesgo solo porque frenaste muy fuerte frente a tu casa cuando tu gato se te cruzó al llegar del trabajo. La máquina no sabe que estabas evitando atropellar a tu mascota. Solo ve un “frenazo brusco”, lo guarda y lo envía.

Ejemplo 2:
Tu termostato quizá no sea “inteligente”, pero tu proveedor eléctrico ya instaló un regulador inteligente en tu casa. De pronto, en los días más fríos, notas que la calefacción se queda demasiado baja. No es un fallo: el sistema está limitando tu consumo para “gestionar la demanda”. Algunas noches terminas durmiendo en un hotel porque en tu casa hace demasiado frío.

Estas no son hipótesis futuristas: son relatos de personas que ya lo están viviendo en distintos países. Son hechos reales que muestran lo que pasa cuando sensores, algoritmos y contratos opacos empiezan a decidir cosas básicas de tu vida sin que tú estés realmente sentado en la mesa donde se toman esas decisiones.

Ahora imagina esa misma lógica aplicada no solo a tu coche o a tu calefacción, sino a tu dinero.


El combo peligroso: CBDC + ID digital + nuevas infraestructuras

Por separado, una moneda digital o un sistema de identidad pueden parecer discutibles pero manejables.
El problema es el combo:

  1. CBDC: dinero 100 % trazable y, en muchos diseños, programable.

  2. Identidad digital: una credencial única que te identifica en todas partes.

  3. Infraestructuras unificadas: plataformas donde todo está conectado y coordinado, muchas veces construidas con tecnología privada y extranjera.

Juntos, abren la puerta a cosas que hoy suenan extremas, pero que técnicamente serían posibles:

  • Seguir cada movimiento de tu dinero con precisión milimétrica.

  • Poner límites personalizados: cuánto puedes gastar, en qué rubros, en qué zonas geográficas y en qué horarios.

  • Aplicar sanciones financieras automáticas: bloquear parcialmente tu billetera, impedir ciertas compras o congelar fondos según tu “perfil de riesgo” o tu comportamiento, definido por datos que quizá ni siquiera conoces ni puedes corregir.

Todo esto podría hacerse “bajo la ley” y con el lenguaje amable de siempre: seguridad, lucha contra el lavado, protección del sistema, estabilidad.


¿Modernización o nuevo tipo de control?

Desde el BIS se insiste en que esta combinación de CBDC + identidad digital + nuevas infraestructuras servirá para modernizar el sistema financiero y ampliar la inclusión. Tal vez algunas mejoras técnicas sean reales: pagos más rápidos, menos costos, procesos más simples.

Pero el costo potencial es enorme:
podríamos pasar de un sistema imperfecto pero fragmentado (donde al menos tus datos están dispersos) a un sistema hiperconcentrado, donde una misma arquitectura controla:

  • quién eres,

  • qué posees,

  • cómo lo usas

  • y bajo qué condiciones.

La pregunta ya no es solo si queremos un “peso digital” o no.
La pregunta de fondo es: ¿quién controla la llave?

Porque si esa llave es una identidad digital obligatoria, conectada a un dinero programable y a una red de datos unificada y comercializable, no estamos solo digitalizando el sistema financiero: estamos rediseñando, desde abajo, la relación entre el ciudadano, el Estado, las corporaciones tecnológicas y el dinero. Y eso no es un detalle técnico. Es un cambio político de primer orden.


It is particularly troubling that Mexican actors are playing a leading role in this process. Such is the case of Agustín Carstens, former governor of the Bank of Mexico, who currently serves as General Manager of the Bank for International Settlements (BIS), one of the institutions operating behind the agenda of financial system digitalization on a global scale.

In practice, he has become a central figure in the architecture and promotion of CBDCs within the BIS framework, influencing the way central banks conceive and design these schemes of central bank digital money, despite the implications this has for financial surveillance and the erosion of privacy.

People here even use him as an example to ridicule.

https://www.youtube.com/watch?v=CzPXn1sU7Zk

In most of the designs currently under discussion, the CBDC does not come “by itself”; it comes embedded in an ecosystem with:

An account or wallet in your name.

Verified identity (KYC: Know Your Customer).

Rules of use (limits, traceability, etc.).

The digital ID comes in precisely at point 2:
to give you a CBDC wallet, the system has to know who you are.

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